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viernes, 29 de noviembre de 2013

PATRIMONIO MINERO. ANDORRA. TERUEL

El Patrimonio Minero 
La explotación del carbón ha sido la principal base de la economía de la comarca durante el siglo XX. La minería del carbón generó un fuerte impacto económico y social y también un rico e interesante patrimonio industrial y urbano del que las localidades de Ariño y Andorra son el mejor exponente.
El carbón ha grabado su impronta en el paisaje: castilletes, almacenes, vías, oficinas, viviendas y las minas, sobre todo las explotaciones a cielo abierto que permiten ver como en pocos otros lugares las entrañas de la tierra, dibujan escenografías que contrastan vivamente con los decorados agrarios de nuestro entorno y nos regalan fascinantes vertientes polícromas donde no falta ningún color. Las rocas son aquí un paisaje por sí mismas. Si a ello añadimos el interesante proceso de restauración de terrenos resulta que ahí tenemos uno de los principales atractivos de nuestro territorio.
Toda la edificiación industrial destinada a las minas: castilletes, tolvas, talleres o lavaderos, destacan por su funcionalidad y proporción formal que caracterizan al conjunto. El aumento constante de trabajadores tuvo su reflejo urbano en la construcción, desde los años cincuenta del siglo XX, de barrios obreros de nueva planta en las poblaciones cercanas a los yacimientos, cuya imagen lineal de sencilla geometría blanca contrastaba con la arquitectura autóctona del casco urbano tradicional.
En el Parque Minero, MWINAS, que tiene su sede en el Pozo de San Juan en Andorra, puedes aprender todo lo referente a la minería tanto de interior como a cielo abierto de la comarca. 

 http://www.turismoandorrasierradearcos.com/patrimonio_patrimonio_minero.php
Comarca de Andorra Sierra de Arcos  -  Paseo de las Minas s/n  44500 Andorra (Teruel)  

lunes, 18 de noviembre de 2013

EL CRÁTER EN LLAMAS ETERNAS. DARVAZA

Las puertas del infierno : Darvaza, el cráter en llamas eternas


El desierto de Karakum  cubre el 70% del territorio de Turkmenistán, con un área total superior a los 350.000 kilómetros cuadrados. Es uno de los desiertos más extensos del mundo  y uno de los territorios más despoblados del planeta. En mitad del desierto se encuentra Darvaza, una minúscula aldea de poco más de tres centenares de habitantes a unas cinco horas de coche al norte de la capital turkmena, Asjabad . Muy cerca del poblado se halla una de las maravillas más inquietantes conocidas. Los locals lo conocen como la puerta del infierno; es el cráter de Darvaza, que lleva ardiendo sin cesar cuarenta años.          
El pozo o cráter de Darvaza es un agujero en el desierto de casi setenta metros de diámetro (ver en Google Maps ). No hay absolutamente nada en diez kilómetros a la redonda, ni tampoco en cien, salvo la aldea que le da nombre y la carretera y el ferrocarril que van hacia Uzbekistán. De día resulta llamativo por su amplitud y por su aparente carencia de sentido. Un enorme boquete en mitad de la más profunda y angustiosa de las nadas. Pero si de día impresiona, al anochecer resulta inquietante. En las horas previas a la desaparición del sol bajo el horizonte, el cráter va adquiriendo la consistencia de las puertas del infierno, resaltando la luz de sus llamas en la cada vez más reinante oscuridad. Cuando desaparece la luz natural, quedan el silencio y la oscuridad quebrados por las llamas del cráter.

El cráter no tiene origen volcánico sino humano. A principios de los años 70 un grupo de geólogos soviéticos andaba haciendo perforaciones por la zona buscando petróleo, gas natural y demás fuentes de energía fácilmente vendibles a cambio de divisas. En un momento dado encotraron una cueva que estaba hasta arriba de gas natural. Al perforar derrumbaron todo el techo de la cueva sobre ésta, formándose así el cráter de setenta metros de diámetro, que también tiene unos veinte metros de profundidad. Al percatarse del escape de gas, que podía resultar muy perjudicial para cualquier cosa que se acercara, los geólogos decidieron pegarle fuego, esperando que éste se extinguiera en unos días. Y desde entonces hasta hoy han pasado más de quince mil días y aquello sigue ardiendo.